sábado, 31 de julio de 2021

1 DE AGOSTO DOMINGO XVIII DEL T. ORDINARIO

 



De la Feria. Salterio II

 

OFICIO DE LECTURA

 

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

 

V. Señor abre mis labios

R. Y mi boca proclamará tu alabanza

 

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

 

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

 

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

 

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.

 

Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.

 

Venid, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.

 

Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

 

Durante cuarenta años

aquella generación me repugnó, y dije:

Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso»

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

 

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

 

Himno: QUE DOBLEN LAS CAMPANAS JUBILOSAS

 

Que doblen las campanas jubilosas,

y proclamen el triunfo del amor,

y llenen nuestras almas de aleluyas,

de gozo y esperanza en el Señor.

 

Los sellos de la muerte han sido rotos,

la vida para siempre es libertad,

ni la muerte ni el mal son para el hombre

su destino, su última verdad.

 

Derrotados la muerte y el pecado,

es de Dios toda historia y su final;

esperad con confianza su venida:

no temáis, con vosotros él está.

 

Volverán encrespadas tempestades

para hundir vuestra fe y vuestra verdad,

es más fuerte que el mal y que su embate

el poder del Señor, que os salvará.

 

Aleluyas cantemos a Dios Padre,

aleluyas al Hijo salvador,

su Espíritu corone la alegría

que su amor derramó en el corazón. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Aleluya.

 

Salmo 103 I - HIMNO AL DIOS CREADOR

 

Bendice, alma mía, al Señor:

¡Dios mío, qué grande eres!

Te vistes de belleza y majestad,

la luz te envuelve como un manto.

 

Extiendes los cielos como una tienda,

construyes tu morada sobre las aguas;

las nubes te sirven de carroza,

avanzas en las alas del viento;

los vientos te sirven de mensajeros;

el fuego llameante, de ministro.

 

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,

y no vacilará jamás;

la cubriste con el manto del océano,

y las aguas se posaron sobre las montañas;

 

pero a tu bramido huyeron,

al fragor de tu trueno se precipitaron,

mientras subían los montes y bajaban los valles:

cada cual al puesto asignado.

Trazaste una frontera que no traspasarán,

y no volverán a cubrir la tierra.

 

De los manantiales sacas los ríos,

para que fluyan entre los montes;

en ellos beben las fieras de los campos,

el asno salvaje apaga su sed;

junto a ellos habitan las aves del cielo,

y entre las frondas se oye su canto.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Aleluya.

 

Ant 2. El Señor saca pan de los campos y vino para alegrar el corazón del hombre. Aleluya.

 

Salmo 103 II

 

Desde tu morada riegas los montes,

y la tierra se sacia de tu acción fecunda;

haces brotar hierba para los ganados,

y forraje para los que sirven al hombre.

 

Él saca pan de los campos,

y vino que le alegra el corazón;

y aceite que da brillo a su rostro,

y alimento que le da fuerzas.

 

Se llenan de savia los árboles del Señor,

los cedros del Líbano que él plantó:

allí anidan los pájaros,

en su cima pone casa la cigüeña.

Los riscos son para las cabras,

las peñas son madriguera de erizos.

 

Hiciste la luna con sus fases,

el sol conoce su ocaso.

Pones las tinieblas y viene la noche

y rondan las fieras de la selva;

los cachorros rugen por la presa,

reclamando a Dios su comida.

 

Cuando brilla el sol, se retiran,

y se tumban en sus guaridas;

el hombre sale a sus faenas,

a su labranza hasta el atardecer.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. El Señor saca pan de los campos y vino para alegrar el corazón del hombre. Aleluya.

 

Ant 3. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Aleluya.

 

Salmo 103 III

 

¡Cuántas son tus obras, Señor,

y todas las hiciste con sabiduría!;

la tierra está llena de tus creaturas.

 

Ahí está el mar: ancho y dilatado,

en él bullen, sin número,

animales pequeños y grandes;

lo surcan las naves, y el Leviatán

que modelaste para que retoce.

 

Todos ellos aguardan

a que les eches comida a su tiempo:

se la echas, y la atrapan;

abres tu mano, y se sacian de bienes;

 

escondes tu rostro, y se espantan;

les retiras el aliento, y expiran

y vuelven a ser polvo;

envías tu aliento, y los creas,

y repueblas la faz de la tierra.

 

Gloria a Dios para siempre,

goce el Señor con sus obras.

Cuando él mira la tierra, ella tiembla;

cuando toca los montes, humean.

 

Cantaré al Señor mientras viva,

tocaré para mi Dios mientras exista:

que le sea agradable mi poema,

y yo me alegraré con el Señor.

 

Que se acaben los pecadores en la tierra,

que los malvados no existan más.

¡Bendice, alma mía, al Señor!

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Aleluya.

 

V. Dichosos vuestros ojos porque ven.

R. Y vuestros oídos porque oyen.

 

PRIMERA LECTURA

 

Del primer libro de los Reyes 19, 1-9a. 11-21

 

EL SEÑOR SE MANIFIESTA A ELÍAS

 

En aquellos días, Ajab refirió a Jezabel cuanto había hecho Elías y cómo había pasado a cuchillo a todos los profetas. Envió Jezabel un mensajero a Elías, diciendo:

 

«Que los dioses me hagan esto y me añadan esto otro, si mañana a estas horas no te he puesto a ti como a uno de ellos.»

 

Él tuvo miedo, se levantó y se fue para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado. Él caminó por el desierto una jornada de camino, y fue a sentarse bajo una retama. Se deseó la muerte y dijo:

 

¡Basta ya, Señor! ¡Toma mi vida, porque no soy mejor que mis padres!»

 

Se acostó y se durmió bajo una retama, pero un ángel lo tocó y le dijo:

 

«Levántate y come.»

 

Miró y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a acostar. Volvió por segunda vez el ángel del Señor, lo tocó y le dijo:

 

«Levántate y come, porque el camino que te queda por andar es demasiado largo.»

 

Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb. Allí entró en una cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra del Señor, que le dijo:

 

«Sal y ponte en el monte ante el Señor.»

 

Y he aquí que el Señor pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante el Señor; pero no estaba el Señor en el huracán. Después del huracán, sobrevino un temblor de tierra; pero no estaba el Señor en el terremoto. Después del temblor, vino fuego; pero no estaba el Señor en el fuego. Después del fuego, se percibió un murmullo ligero de una suave brisa. Al oírlo Elías cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz que le dijo:

 

«¿Qué haces aquí, Elías?»

 

Él respondió:

 

«Ardo en celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los hijos de Israel te han abandonado, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.»

 

El Señor le dijo:

 

«Anda, vuelve por tu camino hacia el desierto de Damasco. Vete y unge a Jazael como rey de Aram. Ungirás a Jehú, hijo de Nimsí, como rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel-Mejolá, lo ungirás como profeta en tu lugar. Al que escape a la espada de Jazael lo hará morir Jehú, y al que escape a la espada de Jehú lo hará morir Elíseo. Pero me reservaré siete mil en Israel; todas las rodillas que no se doblaron ante Baal, y todas las bocas que no lo besaron.»

 

Partió Elías de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Había delante de él doce yuntas y él estaba con la duodécima. Pasó Elías junto a él y le echó su manto encima. Eliseo abandonó los bueyes, corrió tras de Elías y le dijo:

 

«Déjame ir a besar a mi padre y a mi madre y te seguiré.»

 

Le respondió:

 

«Anda, vuélvete, pero mira lo que he hecho contigo.»

 

Volvió atrás Eliseo, tomó el par de bueyes y los sacrificó, asó su carne con el yugo de los bueyes y la repartió a sus gentes, que comieron. Después se levantó, se fue tras de Elías y entró a su servicio.

 

RESPONSORIO    Cf. Ex 33, 22. 20; Jn 1, 18

 

R. Dijo Dios a Moisés: «Cuando pase mi gloria ante ti, te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado; * pues nadie puede ver a Dios y seguir viviendo.»

V. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer.

R. Pues nadie puede ver a Dios y seguir viviendo.

 

SEGUNDA LECTURA

 

Comienza la carta llamada de Bernabé

(Cap. 1, 1-8; 2, 1-5: Funk 1, 3-7)

 

LA ESPERANZA DE LA VIDA, PRINCIPIO Y FIN DE NUESTRA FE

 

Os saludo, hijos e hijas, con el deseo de la paz, en el nombre del Señor, que nos ha amado.

 

Grandes y abundantes son los dones de justicia con que Dios os ha enriquecido; por esto, lo que hace, más que nada, que me alegre sobremanera es la dicha y excelencia de vuestras almas, ya que habéis acogido la gracia del don espiritual, que ha sido plantada en vosotros. Ello es para mí un motivo de mayor congratulación, ya que me da la esperanza de mi propia salvación, al contemplar cómo ha sido derramada en vosotros la abundancia del Espíritu que procede de la fuente del Señor. De tal modo me impresionó vuestro aspecto, para mí tan deseado, cuando estaba entre vosotros.

 

Estando yo íntimamente persuadido y convencido de que, cuando estaba entre vosotros, os enseñé muchas cosas de palabra, ya que el Señor me acompañó en el camino de la justicia, me siento también impulsado a amaros más que a mi propia vida; grande, en efecto, es la fe y la caridad que habita en vosotros, por la esperanza de alcanzar la vida de Cristo. Todo esto me lleva a considerar que, si me tomo interés en comunicaros algo de lo que yo mismo he recibido, no me ha de faltar la recompensa por prestar este servicio a vuestras almas; por esto me he decidido a escribiros unas pocas palabras para que enriquezcáis vuestra fe con un conocimiento más pleno.

 

Tres son las enseñanzas del Señor: la esperanza de la vida, principio y fin de nuestra fe; la justicia, principio y fin del juicio; la caridad, junto con la alegría y el gozo, testigo de que nuestras obras son justas. El Señor, en efecto, nos ha dado a conocer, por medio de los profetas, las cosas pasadas y las presentes, y nos ha dado también poder gustar por anticipado las primicias de lo venidero. Y al contemplar cómo todas estas cosas se van realizando a su tiempo, tal como él ha dicho, ello debe movernos a un temor de Dios cada vez más perfecto y más profundo. Yo, no en calidad de maestro, sino como uno más entre vosotros, os iré mostrando algunas cosas que os sirvan de alegría en la situación presente.

Puesto que los días son malos y aquel que obra es poderoso, debemos investigar cuidadosamente, en provecho nuestro, los dones con que el Señor nos ha justificado. Ahora bien, lo que ayuda nuestra fe es el temor y la paciencia, y nuestra fuerza reside en la tolerancia y la continencia. Si estas virtudes perseveran santamente en nosotros, en todo lo que atañe al Señor, poseeremos además la alegría de la sabiduría, de la ciencia y del perfecto conocimiento.

 

Dios nos ha revelado, en efecto, por boca de todos sus profetas, que él no tiene necesidad de sacrificios, holocaustos ni oblaciones, pues dice en cierto lugar: ¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios? -dice el Señor-. Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de cebones; la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Por qué entráis a visitarme? ¿Quién pide algo de vuestras manos cuando pisáis mis atrios? No me traigáis más dones vacíos, más incienso execrable. Novilunios, sábados, asambleas no los aguanto.

 

RESPONSORIO    Ga 2, 16; Gn 15, 6

 

R. Sabemos que el hombre se justifica por creer en Cristo Jesús. * Nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo.

V. Abraham creyó al Señor y le fue reputado por justicia.

R. Nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo.

 

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

 

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,

a ti nuestra alabanza,

a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

 

Postrados ante ti, los ángeles te adoran

y cantan sin cesar:

 

Santo, santo, santo es el Señor,

Dios del universo;

llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

 

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,

la multitud de los profetas te enaltece,

y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

 

A ti la Iglesia santa,

por todos los confines extendida,

con júbilo te adora y canta tu grandeza:

 

Padre, infinitamente santo,

Hijo eterno, unigénito de Dios,

santo Espíritu de amor y de consuelo.

 

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,

tú el Hijo y Palabra del Padre,

tú el Rey de toda la creación.

 

Tú, para salvar al hombre,

tomaste la condición de esclavo

en el seno de una virgen.

 

Tú destruiste la muerte

y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

 

Tú vives ahora,

inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

 

Tú vendrás algún día,

como juez universal.

 

Muéstrate, pues, amigo y defensor

de los hombres que salvaste.

 

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,

con tus santos y elegidos.

 

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

 

Salva a tu pueblo, Señor,

y bendice a tu heredad.

 

Sé su pastor,

y guíalos por siempre.

 

Día tras día te bendeciremos

y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

 

Dígnate, Señor,

guardarnos de pecado en este día.

 

Ten piedad de nosotros, Señor,

ten piedad de nosotros.

 

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti.

 

A ti, Señor, me acojo,

no quede yo nunca defraudado.

 

ORACIÓN.

 

OREMOS,

Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

LAUDES

(Oración de la mañana)

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Señor abre mis labios

R. Y mi boca proclamará tu alabanza

 

INVITATORIO

 

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

 

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

 

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.

 

Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.

 

Venid, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.

 

Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

 

Durante cuarenta años

aquella generación me repugnó, y dije:

Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso»

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

 

 

Himno: CRISTO, EL SEÑOR

 

Cristo, el Señor,

como la primavera,

como una nueva aurora,

resucitó.

 

Cristo, nuestra Pascua,

es nuestro rescate,

nuestra salvación.

 

Es grano en la tierra,

muerto y florecido,

tierno pan de amor.

 

Se rompió el sepulcro,

se movió la roca,

y el fruto brotó.

 

Dueño de la muerte,

en el árbol grita

su resurrección.

 

Humilde en la tierra,

Señor de los cielos,

su cielo nos dio.

 

Ábranse de gozo

las puertas del Hombre,

que al hombre salvó.

 

Gloria para siempre

al Cordero humilde

que nos redimió. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.

 

Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.

 

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

 

Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia.

 

Diga la casa de Aarón:

eterna es su misericordia.

 

Digan los fieles del Señor:

eterna es su misericordia.

 

En el peligro grité al Señor,

y me escuchó, poniéndome a salvo.

 

El Señor está conmigo: no temo;

¿qué podrá hacerme el hombre?

El Señor está conmigo y me auxilia,

veré la derrota de mis adversarios.

 

Mejor es refugiarse en el Señor

que fiarse de los hombres,

mejor es refugiarse en el Señor

que confiar en los magnates.

 

Todos los pueblos me rodeaban,

en el nombre del Señor los rechacé;

me rodeaban cerrando el cerco,

en el nombre del Señor los rechacé;

me rodeaban como avispas,

ardiendo como fuego en las zarzas,

en el nombre del Señor los rechacé.

 

Empujaban y empujaban para derribarme,

pero el Señor me ayudó;

el Señor es mi fuerza y mi energía,

él es mi salvación.

 

Escuchad: hay cantos de victoria

en las tiendas de los justos:

«La diestra del Señor es poderosa,

la diestra del Señor es excelsa,

la diestra del Señor es poderosa.»

 

No he de morir, viviré

para contar las hazañas del Señor.

Me castigó, me castigó el Señor,

pero no me entregó a la muerte.

 

Abridme las puertas del triunfo,

y entraré para dar gracias al Señor.

 

Esta es la puerta del Señor:

los vencedores entrarán por ella.

 

Te doy gracias porque me escuchaste

y fuiste mi salvación.

 

La piedra que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente.

 

Éste es el día en que actuó el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Señor, danos la salvación;

Señor, danos prosperidad.

 

Bendito el que viene en nombre del Señor,

os bendecimos desde la casa del Señor;

el Señor es Dios: él nos ilumina.

 

Ordenad una procesión con ramos

hasta los ángulos del altar.

 

Tú eres mi Dios, te doy gracias;

Dios mío, yo te ensalzo.

 

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.

 

Ant 2. Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.

 

Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57

 

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:

a ti gloria y alabanza por los siglos.

 

Bendito tu nombre, Santo y glorioso:

a él gloria y alabanza por los siglos.

 

Bendito eres en el templo de tu santa gloria:

a ti gloria y alabanza por los siglos.

 

Bendito eres sobre el trono de tu reino:

a ti gloria y alabanza por los siglos.

 

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:

a ti gloria y alabanza por los siglos.

 

Bendito eres en la bóveda del cielo:

a ti honor y alabanza por los siglos.

 

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.

 

Ant 3. Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.

 

Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.

 

Alabad al Señor en su templo,

alabadlo en su augusto firmamento.

 

Alabadlo por sus obras magníficas,

alabadlo por su inmensa grandeza.

 

Alabadlo tocando trompetas,

alabadlo con arpas y cítaras,

 

Alabadlo con tambores y danzas,

alabadlo con trompas y flautas,

 

alabadlo con platillos sonoros,

alabadlo con platillos vibrantes.

 

Todo ser que alienta, alabe al Señor.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.

 

LECTURA BREVE   Ez 36, 25-27

 

Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

 

V. Pregonando tus maravillas.

R. Invocando tu nombre.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Yo soy el pan de vida; el que venga a mí no tendrá más hambre, y el que crea en mí jamás tendrá sed.

 

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo.

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas:

 

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

 

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

 

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

 

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tiniebla

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Yo soy el pan de vida; el que venga a mí no tendrá más hambre, y el que crea en mí jamás tendrá sed.

 

PRECES

 

Invoquemos, hermanos, a nuestro Salvador, que ha venido al mundo para ser «Dios-con-nosotros», y digámosle confiadamente:

 

Señor Jesús, rey de la gloria, sé tú nuestra luz y nuestro gozo.

 

Señor Jesús, sol que nace de lo alto y primicia de la humanidad resucitada,

haz que siguiéndote a ti no caminemos nunca en sombras de muerte, sino que tengamos siempre la luz de la vida.

 

Que sepamos descubrir, Señor, cómo todas las creaturas están llenas de tus perfecciones,

para que así, en todas ellas, sepamos contemplarte a ti.

 

No permitas, Señor, que hoy nos dejemos vencer por el mal,

antes danos tu fuerza para que venzamos al mal a fuerza del bien.

 

Tú que, bautizado por Juan en el Jordán, fuiste ungido con el Espíritu Santo,

asístenos durante este día para que actuemos movidos por este mismo Espíritu.

 

Se pueden añadir algunas intenciones libres

 

Por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios; por ello nos atrevemos a decir:

 

Padre nuestro...

 

ORACION

 

Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

 

CONCLUSIÓN

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

 

HORA TERCIA

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: VEN DEL SENO DE DIOS, OH SANTO ESPÍRITU

 

Ven del seno de Dios, oh Santo Espíritu,

a visitar las mentes de tus fieles;

y haz que los corazones que creaste

se llenen con tus dádivas celestes.

 

Ilumine tu luz nuestros sentidos,

encienda el fuego de tu amor los pechos;

Espíritu de Cristo, fortalece

este barro mortal de nuestros corazones.

 

Danos, Amor, tu amor y la alegría

de conocer al Padre y a su Hijo,

de poseerte a ti que eres de entrambos

eternamente el inefable Espíritu. Amén

 

SALMODIA

 

Ant 1. Llamé, y él me respondió.

 

Salmo 119 - DESEO DE LA PAZ

 

En mi aflicción llamé al Señor,

y él me respondió.

Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,

de la lengua traidora.

 

¿Qué te va a dar o a mandar Dios,

lengua traidora?

Flechas de arquero, afiladas

con ascuas de retama.

 

¡Ay de mí, desterrado en Masac,

acampado en Cadar!

Demasiado llevo viviendo

con los que odian la paz;

cuando yo digo: «Paz»,

ellos dicen: «Guerra».

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Llamé, y él me respondió.

 

Ant 2. El Señor guarda tus entradas y salidas.

 

Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.

 

Levanto mis ojos a los montes:

¿de dónde me vendrá el auxilio?

El auxilio me viene del Señor,

que hizo el cielo y la tierra.

 

No permitirá que resbale tu pie,

tu guardián no duerme;

no duerme ni reposa

el guardián de Israel.

 

El Señor te guarda a su sombra,

está a tu derecha;

de día el sol no te hará daño,

ni la luna de noche.

 

El Señor te guarda de todo mal,

él guarda tu alma;

el Señor guarda tus entradas y salidas,

ahora y por siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. El Señor guarda tus entradas y salidas.

 

Ant 3. Me he alegrado por lo que me dijeron.

 

Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

 

¡Qué alegría cuando me dijeron:

«Vamos a la casa del Señor»!

Ya están pisando nuestros pies

tus umbrales, Jerusalén.

 

Jerusalén está fundada

como ciudad bien compacta.

Allá suben las tribus,

las tribus del Señor,

 

según la costumbre de Israel,

a celebrar el nombre del Señor;

en ella están los tribunales de justicia

en el palacio de David.

 

Desead la paz a Jerusalén:

«Vivan seguros los que te aman,

haya paz dentro de tus muros,

seguridad en tus palacios.»

 

Por mis hermanos y compañeros,

voy a decir: «La paz contigo.»

Por la casa del Señor, nuestro Dios,

te deseo todo bien.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Me he alegrado por lo que me dijeron.

 

LECTURA BREVE   Rm 5, 1-2. 5

 

Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de los hijos de Dios; y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

 

V. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

R. Anunciaré tu fidelidad por todas las edades.

 

ORACIÓN

 

OREMOS,

Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

HORA SEXTA

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.

 

Este mundo del hombre, en que él se afana

tras la felicidad que tanto ansía,

tú lo vistes, Señor, de luz temprana

y de radiante sol al mediodía.

 

Así el poder de tu presencia encierra

el secreto más hondo de esta vida;

un nuevo cielo y una nueva tierra

colmarán nuestro anhelo sin medida.

 

Poderoso Señor de nuestra historia,

no tardes en venir gloriosamente;

tu luz resplandeciente y tu victoria

inunden nuestra vida eternamente. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. En verdes praderas me hace recostar el Señor. Aleluya.

 

Salmo 22 - EL BUEN PASTOR

 

El Señor es mi Pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

 

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas;

me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

 

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan.

 

Preparas una mesa ante mí

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa.

 

Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. En verdes praderas me hace recostar el Señor. Aleluya.

 

Ant 2. Grande es en Israel la fama del Señor. Aleluya.

 

SALMO 75 I - ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VICTORIA

 

Dios se manifiesta en Judá,

su fama es grande en Israel;

su tabernáculo está en Jerusalén,

su morada en Sión:

allí quebró los relámpagos del arco,

el escudo, la espada y la guerra.

 

Tú eres deslumbrante, magnífico,

con montones de botín conquistados.

Los valientes duermen su sueño,

y a los guerreros no les responden sus brazos.

Con un bramido, ¡oh Dios de Jacob!,

inmovilizaste carros y caballos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Grande es en Israel la fama del Señor. Aleluya.

 

Ant 3. La tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar. Aleluya.

 

SALMO 75 II

 

Tú eres terrible: ¿quién resiste frente a ti

al ímpetu de tu ira?

Desde el cielo proclamas la sentencia:

la tierra teme sobrecogida,

cuando Dios se pone en pie para juzgar,

para salvar a los humildes de la tierra.

 

La cólera humana tendrá que alabarte,

los que sobrevivan al castigo te rodearán.

Haced votos al Señor y cumplidlos,

y traigan los vasallos tributo al Temible:

él deja sin aliento a los príncipes,

y es temible para los reyes del orbe.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. La tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar. Aleluya.

 

LECTURA BREVE   Rm 8, 26

 

De la misma manera, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues no sabemos pedir como conviene; y el Espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos que no pueden ser expresados en palabras.

 

V. Que llegue mi clamor a tu presencia, Señor.

R. Con tus palabras dame inteligencia.

 

ORACIÓN

 

OREMOS,

Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

HORA NONA

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: DANOS, SEÑOR, LA FIRME VOLUNTAD

 

Danos, Señor, la firme voluntad,

compañera y sostén de la virtud,

que sabe en la fatiga hallar quietud

y en medio de las sombras claridad:

 

La que trueca en tesón la veleidad,

y el ocio en perennal solicitud,

y las ásperas fiebres en salud

y los torpes engaños en verdad.

 

Y así conseguirá mi corazón

que los favores que a tu amor debí

le ofrezcan algún fruto en galardón.

 

Y aún tú, Señor, conseguirás así

que no llegue a romper mi confusión

la imagen tuya que pusiste en mí. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

 

Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.

 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía soñar:

la boca se nos llenaba de risas,

la lengua de cantares.

 

Hasta los gentiles decían:

«El Señor ha estado grande con ellos.»

El Señor ha estado grande con nosotros,

y estamos alegres.

 

Que el Señor cambie nuestra suerte

como los torrentes del Negueb.

Los que sembraban con lágrimas

cosechan entre cantares.

 

Al ir, iban llorando,

llevando la semilla;

al volver, vuelven cantando,

trayendo sus gavillas.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

 

Ant 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

 

Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.

 

Si el Señor no construye la casa,

en vano se cansan los albañiles;

si el Señor no guarda la ciudad,

en vano vigilan los centinelas.

 

Es inútil que madruguéis,

que veléis hasta muy tarde,

los que coméis el pan de vuestros sudores:

¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

 

La herencia que da el Señor son los hijos;

una recompensa es el fruto de las entrañas:

son saetas en mano de un guerrero

los hijos de la juventud.

 

Dichoso el hombre que llena

con ellas su aljaba:

no quedará derrotado cuando litigue

con su adversario en la plaza.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

 

Ant 3. Dichoso el que teme al Señor.

 

Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO

 

¡Dichoso el que teme al Señor

y sigue sus caminos!

 

Comerás del fruto de tu trabajo,

serás dichoso, te irá bien;

tu mujer, como una vid fecunda,

en medio de tu casa;

 

tus hijos, como renuevos de olivo,

alrededor de tu mesa:

ésta es la bendición del hombre

que teme al Señor.

 

Que el Señor te bendiga desde Sión,

que veas la prosperidad de Jerusalén

todos los días de tu vida;

que veas a los hijos de tus hijos.

¡Paz a Israel!

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Dichoso el que teme al Señor.

 

LECTURA BREVE   2Co 1, 21-22

 

Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.

 

V. El Señor es mi luz y mi salvación.

R. El Señor es la defensa de mi vida.

 

ORACIÓN

 

OREMOS,

Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

II VÍSPERAS

(Oración de la tarde)

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: ¿DONDE ESTÁ MUERTE, TU VICTORIA?

 

¿Dónde está muerte, tu victoria?

¿Dónde está muerte, tu aguijón?

Todo es destello de su gloria,

clara luz, resurrección.

 

Fiesta es la lucha terminada,

vida es la muerte del Señor,

día la noche engalanada,

gloria eterna de su amor.

 

Fuente perenne de la vida,

luz siempre viva de su don,

Cristo es ya vida siempre unida

a toda vida en aflicción.

 

Cuando la noche se avecina,

noche del hombre y su ilusión,

Cristo es ya luz que lo ilumina,

Sol de su vida y corazón.

 

Demos al Padre la alabanza,

por Jesucristo, Hijo y señor,

denos su espíritu esperanza

viva y eterna de su amor. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.

 

Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

 

Oráculo del Señor a mi Señor:

«Siéntate a mi derecha,

y haré de tus enemigos

estrado de tus pies.»

 

Desde Sión extenderá el Señor

el poder de tu cetro:

somete en la batalla a tus enemigos.

 

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,

entre esplendores sagrados;

yo mismo te engendré, como rocío,

antes de la aurora.»

 

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:

«Tú eres sacerdote eterno

según el rito de Melquisedec.»

 

El Señor a tu derecha, el día de su ira,

quebrantará a los reyes.

 

En su camino beberá del torrente,

por eso levantará la cabeza.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.

 

Ant 2. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

 

Salmo 113 B - HIMNO AL DIOS VERDADERO.

 

No a nosotros, Señor, no a nosotros,

sino a tu nombre da la gloria;

por tu bondad, por tu lealtad.

¿Por qué han de decir las naciones:

«Dónde está su Dios»?

 

Nuestro Dios está en el cielo,

lo que quiere lo hace.

Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,

hechura de manos humanas:

 

tienen boca, y no hablan;

tienen ojos, y no ven;

tienen orejas, y no oyen;

tienen nariz, y no huelen;

 

tienen manos, y no tocan;

tienen pies, y no andan;

no tiene voz su garganta:

que sean igual los que los hacen,

cuantos confían en ellos.

 

Israel confía en el Señor:

él es su auxilio y su escudo.

La casa de Aarón confía en el Señor:

él es su auxilio y su escudo.

Los fieles del Señor confían en el Señor:

él es su auxilio y su escudo.

 

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,

bendiga a la casa de Israel,

bendiga a la casa de Aarón;

bendiga a los fieles del Señor,

pequeños y grandes.

 

Que el Señor os acreciente,

a vosotros y a vuestros hijos;

benditos seáis del Señor,

que hizo el cielo y la tierra.

El cielo pertenece al Señor,

la tierra se la ha dado a los hombres.

 

Los muertos ya no alaban al Señor,

ni los que bajan al silencio.

Nosotros, sí, bendeciremos al Señor

ahora y por siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

 

Ant 3. Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

 

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7

 

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

 

Aleluya.

La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios

(R. Aleluya)

porque sus juicios son verdaderos y justos.

R. Aleluya, (aleluya).

 

Aleluya.

Alabad al Señor sus siervos todos.

(R. Aleluya)

Los que le teméis, pequeños y grandes.

R. Aleluya, (aleluya).

 

Aleluya.

Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.

(R. Aleluya)

Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.

R. Aleluya, (aleluya).

 

Aleluya.

Llegó la boda del cordero.

(R. Aleluya)

Su esposa se ha embellecido.

R. Aleluya, (aleluya).

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

 

LECTURA BREVE   2Ts 2, 13-14

 

Nosotros debemos dar continuamente gracias a Dios por vosotros, hermanos, a quienes tanto ama el Señor. Dios os eligió desde toda la eternidad para daros la salud por la santificación que obra el Espíritu y por la fe en la verdad. Con tal fin os convocó por medio del mensaje de la salud, anunciado por nosotros, para daros la posesión de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. Nuestro Señor es grande y poderoso.

R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

 

V. Su sabiduría no tiene medida.

R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Trabajad no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece y que da vida eterna.

 

 

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

 

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

 

El hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

 

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de su misericordia

-como lo había prometido a nuestros padres-

en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Trabajad no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece y que da vida eterna.

 

PRECES

 

Demos gloria y honor a Cristo, que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive para interceder en su favor, y digámosle con plena confianza:

 

Acuérdate, Señor, de tu pueblo.

 

Señor Jesús, sol de justicia que iluminas nuestras vidas, al llegar al umbral de la noche te pedimos por todos los hombres,

que todos lleguen a gozar eternamente de tu luz.

 

Guarda, Señor, la alianza sellada con tu sangre

y santifica a tu iglesia para que sea siempre inmaculada y santa.

 

Acuérdate de esta comunidad aquí reunida,

que tú elegiste como morada de tu gloria.

 

Que los que están en camino tengan un viaje feliz

y regresen a sus hogares con salud y alegría.

 

Se pueden añadir algunas intenciones libres

 

Acoge, Señor, a tus hijos difuntos

y concédeles tu perdón y la vida eterna.

 

Terminemos nuestras preces con la oración que Cristo nos enseñó:

 

Padre nuestro...

 

ORACION

 

Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

 

CONCLUSIÓN

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

 

COMPLETAS

(Oración antes del descanso nocturno)

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

EXAMEN DE CONCIENCIA

 

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

 

Yo confieso ante Dios todopoderoso

y ante vosotros, hermanos,

que he pecado mucho

de pensamiento, palabra, obra y omisión:

por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

 

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,

a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,

que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

 

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

 

Himno: CRISTO, SEÑOR DE LA NOCHE

 

Cristo, Señor de la noche,

que disipas las tinieblas:

mientras los cuerpos reposan,

se tú nuestro centinela.

 

Después de tanta fatiga,

después de tanta dureza,

acógenos en tus brazos

y danos noche serena.

 

Si nuestros ojos se duermen,

que el alma esté siempre en vela;

en paz cierra nuestros párpados

para que cesen las penas.

 

Y que al despuntar el alba,

otra vez con fuerzas nuevas,

te demos gracias, oh Cristo,

por la vida que comienza. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

 

Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.

 

Tú que habitas al amparo del Altísimo,

que vives a la sombra del Omnipotente,

di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.

Dios mío, confío en ti.»

 

Él te librará de la red del cazador,

de la peste funesta.

Te cubrirá con sus plumas,

bajo sus alas te refugiarás:

su brazo es escudo y armadura.

 

No temerás el espanto nocturno,

ni la flecha que vuela de día,

ni la peste que se desliza en las tinieblas,

ni la epidemia que devasta a mediodía.

 

Caerán a tu izquierda mil,

diez mil a tu derecha;

a ti no te alcanzará.

 

Tan sólo abre tus ojos

y verás la paga de los malvados,

porque hiciste del Señor tu refugio,

tomaste al Altísimo por defensa.

 

No se te acercará la desgracia,

ni la plaga llegará hasta tu tienda,

porque a sus ángeles ha dado órdenes

para que te guarden en tus caminos;

 

te llevarán en sus palmas,

para que tu pie no tropiece en la piedra;

caminarás sobre áspides y víboras,

pisotearás leones y dragones.

 

«Se puso junto a mí: lo libraré;

lo protegeré porque conoce mi nombre,

me invocará y lo escucharé.

 

Con él estaré en la tribulación,

lo defenderé, lo glorificaré;

lo saciaré de largos días,

y le haré ver mi salvación.»

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

 

LECTURA BREVE   Ap 22, 4-5

 

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

 

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.

R. Te encomiendo mi espíritu.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

 

CÁNTICO DE SIMEÓN       Lc 2, 29-32

 

Ahora, Señor, según tu promesa,

puedes dejar a tu siervo irse en paz,

 

porque mis ojos han visto a tu Salvador,

a quien has presentado ante todos los pueblos

 

luz para alumbrar a las naciones

y gloria de tu pueblo Israel.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

 

ORACION

 

OREMOS,

Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

BENDICIÓN

 

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.

R. Amén.

 

ANTIFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN

 

Salve, Reina de los cielos

y Señora de los ángeles;

salve raíz, salve puerta,

que dio paso a nuestra luz.

 

Alégrate, virgen gloriosa,

entre todas la más bella;

salve, agraciada doncella,

ruega a Cristo por nosotros.