viernes, 7 de noviembre de 2014

8 DE NOVIEMBRE SÁBADO XXXI DEL T. ORDINARIO

 

 

 

 

VIRGEN CON NIÑO

 

 

De la Feria. Salterio III

 

 

OFICIO DE LECTURA

 

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

 

V. Señor abre mis labios

R. Y mi boca proclamará tu alabanza

 

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

 

Ant. Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.

 

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

 

Himno: SEÑOR, TÚ QUE LLAMASTE

 

Señor, tú que llamaste

del fondo del no ser todos los seres,

prodigios del cincel de tu palabra,

imágenes de ti resplandecientes;

 

Señor, tú que creaste

la bella nave azul en que navegan

los hijos de los hombres, entre espacios

repletos de misterio y luz de estrellas;

 

Señor, tú que nos diste

la inmensa dignidad de ser tus hijos,

no dejes que el pecado y que la muerte

destruyan en el hombre el ser divino.

 

Señor, tú que salvaste

al hombre de caer en el vacío,

recréanos de nuevo en tu Palabra

y llámanos de nuevo al paraíso.

 

Oh Padre, tú que enviaste

al mundo de los hombres a tu Hijo,

no dejes que se apague en nuestras almas

la luz esplendorosa de tu Espíritu. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.

 

Salmo 106 I - ACCIÓN DE GRACIAS: DIOS SALVA A SU PUEBLO DE LAS CRISIS POR LAS QUE PASA A TRAVÉS DE LA HISTORIA

 

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

 

Que lo confiesen los redimidos por el Señor,

los que él rescató de la mano del enemigo,

los que reunió de todos los países:

norte y sur, oriente y occidente.

 

Erraban por un desierto solitario,

no encontraban el camino de ciudad habitada;

pasaban hambre y sed,

se les iba agotando la vida;

pero gritaron al Señor en su angustia,

y los arrancó de la tribulación.

 

Los guió por un camino derecho,

para que llegaran a ciudad habitada.

Den gracias al Señor por su misericordia,

por las maravillas que hace con los hombres.

Calmó el ansia de los sedientos,

y a los hambrientos los colmó de bienes.

 

Yacían en oscuridad y tinieblas,

cautivos de hierros y miserias;

por haberse rebelado contra los mandamientos,

despreciando el plan del Altísimo.

 

Él humilló su corazón con trabajos,

sucumbían y nadie los socorría.

Pero gritaron al Señor en su angustia,

y los arrancó de la tribulación.

 

Los sacó de las sombrías tinieblas,

arrancó sus cadenas.

Den gracias al Señor por su misericordia,

por las maravillas que hace con los hombres.

Destrozó las puertas de bronce,

quebró los cerrojos de hierro.

 

Estaban enfermos, por sus maldades,

por sus culpas eran afligidos;

aborrecían todos los manjares,

y ya tocaban las puertas de la muerte.

Pero gritaron al Señor en su angustia,

y los arrancó de la tribulación.

 

Envió su palabra, para curarlos,

para salvarlos de la perdición.

Den gracias al Señor por su misericordia,

por las maravillas que hace con los hombres.

Ofrézcanle sacrificios de alabanza,

y cuenten con entusiasmo sus acciones.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.

 

Ant 2. Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.

 

Salmo 106 II

 

Entraron en naves por el mar,

comerciando por las aguas inmensas.

Contemplaron las obras de Dios,

sus maravillas en el océano.

 

Él habló y levantó un viento tormentoso,

que alzaba las olas a lo alto:

subían al cielo, bajaban al abismo,

su vida se marchitaba por el mareo,

rodaban, se tambaleaban como ebrios,

y no les valía su pericia.

Pero gritaron al Señor en su angustia,

y los arrancó de la tribulación.

 

Apaciguó la tormenta en suave brisa,

y enmudecieron las olas del mar.

Se alegraron de aquella bonanza,

y él los condujo al ansiado puerto.

Den gracias al Señor por su misericordia,

por las maravillas que hace con los hombres.

 

Aclámenlo en la asamblea del pueblo,

alábenlo en el consejo de los ancianos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.

 

Ant 3. Los rectos lo ven y se alegran y comprenden la misericordia del Señor.

 

Salmo 106 III

 

El transforma los ríos en desierto,

los manantiales de agua en aridez;

la tierra fértil en marismas,

por la depravación de sus habitantes.

 

Transforma el desierto en estanques,

el erial en manantiales de agua.

Coloca allí a los hambrientos,

y fundan una ciudad para habitar.

 

Siembran campos, plantan huertos,

recogen cosechas.

Los bendice, y se multiplican,

y no les escatima el ganado.

 

Si menguan, abatidos por el peso

de infortunios y desgracias,

el mismo que arroja desprecio sobre los príncipes

y los descarría por una soledad sin caminos

levanta a los pobres de la miseria

y multiplica sus familias como rebaños.

 

Los rectos lo ven y se alegran,

a la maldad se le tapa la boca.

El que sea sabio, que recoja estos hechos

y comprenda la misericordia del Señor.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Los rectos lo ven y se alegran y comprenden la misericordia del Señor.

 

V. Tu fidelidad, Señor, llega hasta las nubes.

R. Tus sentencias son como el océano inmenso.

 

PRIMERA LECTURA

 

Del libro de la Sabiduría 18, 1-16; 19, 3-9

 

LA NOCHE DE LA PASCUA

 

Tus santos disfrutaban de espléndida luz; los egipcios, que oían sus voces sin ver su figura, los felicitaban por no haber padecido como ellos; les daban las gracias porque no se desquitaban de los malos tratos recibidos y les pedían por favor que se marcharan. Entonces, les proporcionaste una columna de fuego, que los guiara en el viaje desconocido, y un sol, inofensivo, para sus andanzas gloriosas. En cambio, bien merecían verse privados de luz, prisioneros de las tinieblas, los que tuvieron encerrados en prisión a tus hijos, los cuales habían de dar al mundo la luz imperecedera de la ley.

 

Cuando decidieron matar a los niños de los santos -y se salvó uno solo, expósito-, en castigo les arrebataste sus hijos en masa, y los eliminaste a todos juntos en las aguas formidables. Aquella noche fue anunciada de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo, al conocer con certeza la promesa de que se fiaban. Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los enemigos, pues con una misma acción castigabas a los adversarios y nos honrabas llamándonos a ti.

 

Los piadosos herederos de las bendiciones ofrecían sacrificios a escondidas y, de común acuerdo, se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes, y empezaron a entonar los himnos tradicionales. Hacían eco los gritos destemplados de los enemigos, y cundía el clamor quejumbroso del duelo por sus hijos; idéntico castigo sufrían el esclavo y el amo, el plebeyo y el rey padecían lo mismo; todos sin distinción tenían muertos innumerables, víctimas de la misma muerte; los vivos no daban abasto para enterrarlos, porque en un momento pereció lo mejor de su raza. Aunque la magia los había hecho desconfiar de todo, cuando el exterminio de los primogénitos confesaron que el pueblo aquel era hijo de Dios.

 

Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tu palabra omnipotente, como paladín inexorable, descendió del cielo desde el trono real al país condenado; llevaba la espada afilada de tu orden terminante; se detuvo y lo lleno todo de muerte pisaba la tierra y tocaba el cielo.

 

Pero aquéllos, antes de terminar los funerales, llorando junto a las tumbas de los muertos, tramaron otro plan insensato, y a los que habían expulsado con súplicas, los perseguían como fugitivos. Hasta este extremo los arrastró su merecido destino y los hizo olvidarse del pasado, para que remataran con sus torturas el castigo pendiente, y, mientras tu pueblo realizaba un viaje sorprendente, toparan ellos con una muerte insólita.

 

Porque la creación entera, cumpliendo tus órdenes, cambió radicalmente de naturaleza, para guardar incólumes a tus hijos. Se vio la nube dando sombra al campamento, la tierra firme emergiendo donde había antes agua, el mar Rojo convertido en camino practicable y el violento oleaje hecho una vega verde; por allí pasaron, en formación compacta, los que iban protegidos por tu mano, presenciando prodigios asombrosos. Retozaban como potros y triscaban como corderos, alabándote a ti, Señor, su libertador.

 

RESPONSORIO    Cf. Sb 19, 5. 6. 7; 10, 20

 

R. Tus santos, Señor, realizaron un viaje sorprendente, cumpliendo tus órdenes, y los guardaste incólumes en medio del violento oleaje. * Emergió la tierra firme, convertido el mar Rojo en camino practicable.

V. Cantaron, Señor, un himno a tu santo nombre, ensalzando a coro tu mano victoriosa.

R. Emergió la tierra firme, convertido el mar Rojo en camino practicable.

 

SEGUNDA LECTURA

 

Del Tratado de san Ambrosio, obispo, Sobre el bien de la muerte

(Cap. 3, 9; 4, 15: CSEL 32, 710. 716-717)

 

LLEVEMOS SIEMPRE EN NOSOTROS LOS SUFRIMIENTOS MORTALES DE JESÚS

 

Dice el Apóstol: El mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Existe, pues, en esta vida una muerte que es buena; por ello se nos exhorta a que llevemos siempre en nosotros por todas partes los sufrimientos mortales de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nosotros.

 

Que la muerte vaya, pues, actuando en nosotros, para que también se manifieste en nosotros la vida, es decir, para que obtengamos aquella vida buena que sigue a la muerte, vida dichosa después de la victoria, vida feliz, terminado el combate, vida en la que la ley de la carne no se opone ya a la ley del espíritu, vida, finalmente, en la que ya no es necesario luchar contra el cuerpo mortal, porque el mismo cuerpo mortal ha alcanzado ya la victoria.

 

Yo mismo no sabría decir si la grandeza de esta muerte es mayor incluso que la misma vida. Pues me hace dudar la autoridad del Apóstol que afirma: En nosotros va trabajando la muerte, y en vosotros va actuando la vida. En efecto, ¡cuántos pueblos no fueron engendrados a la vida por la muerte de uno solo! Por ello enseña el Apóstol que los que viven en esta vida deben apetecer que la muerte feliz de Cristo brille en sus propios cuerpos y deshaga nuestra condición física para que nuestro interior se renueve y, desmoronándose la morada terrestre en que acampamos, dé lugar a la edificación de una casa eterna en el cielo.

 

Imita, pues, la muerte del Señor quien se aparta de la vida según la carne y aleja de sí aquellas injusticias de las que el Señor dice por Isaías: Abre las prisiones injustas, haz saltar las coyundas de los yugos, deja libres a los oprimidos, rompe todos los cepos.

El Señor, pues, quiso morir y penetrar en el reino de la muerte para destruir con ello toda culpa; pero, a fin de que la naturaleza humana no acabara nuevamente en la muerte, se nos dio la resurrección de los muertos: así por la muerte fue destruida la culpa y por la resurrección la naturaleza humana recobró la inmortalidad.

 

La muerte de Cristo es, pues, como la transformación del universo. Es necesario, por tanto, que también tú te vayas transformando sin cesar: debes pasar de la corrupción a la incorrupción, de la muerte a la vida, de la mortalidad a la inmortalidad; de la turbación a la paz. No te perturbe, pues, el oír el nombre de muerte, antes bien, deléitate en los dones que te aporta este tránsito feliz. ¿Qué significa en realidad para ti la muerte sino la sepultura de los vicios y la resurrección de las virtudes? Por eso dice la Escritura: Muera yo con la muerte de los justos, es decir, sea yo sepultado como ellos, para que desaparezcan mis culpas y sea revestido de la santidad de los justos, es decir, de aquellos que llevan en su cuerpo y en su alma la muerte de Cristo.

 

RESPONSORIO    2Tm 2, 11-12; Sir 1, 29

 

R. Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto con él, viviremos también con él; * si tenemos constancia en el sufrir, reinaremos también con él.

V. El hombre paciente resiste hasta el momento preciso, mas luego brotará para él abundantemente la alegría.

R. Si tenemos constancia en el sufrir, reinaremos también con él.

 

ORACIÓN.

 

OREMOS,

Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

LAUDES

(Oración de la mañana)

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Señor abre mis labios

R. Y mi boca proclamará tu alabanza

 

INVITATORIO

 

Ant. Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.

 

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

 

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.

 

Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.

 

Venid, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.

 

Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

 

Durante cuarenta años

aquella generación me repugnó, y dije:

Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso»

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Himno: CANTEMOS AL SEÑOR CON INDECIBLE GOZO.

 

Cantemos al Señor con indecible gozo,

él guarde la esperanza de nuestro corazón,

dejemos la inquietud posar entre sus manos,

abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

 

Dichoso será aquel que siempre en él confía

en horas angustiosas de lucha y de aflicción,

confiad en el Señor si andáis atribulados,

abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

 

Los justos saben bien que Dios siempre nos ama,

en penas y alegrías su paz fue su bastión,

la fuerza del Señor fue gloria en sus batallas,

abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

 

Envíanos, Señor, tu luz esplendorosa

si el alma se acongoja en noche y turbación,

qué luz, qué dulce paz en Dios el hombre encuentra;

abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

 

Recibe, Padre santo, el ruego y la alabanza,

que a ti, por Jesucristo y por el Consolador,

dirige en comunión tu amada y santa Iglesia;

abramos nuestro espíritu a su infinito amor. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables.

 

Salmo 118, 145-152 TE INVOCO DE TODO CORAZÓN

 

Te invoco de todo corazón;

respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;

a ti grito: sálvame,

y cumpliré tus decretos;

me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,

esperando tus palabras.

 

Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche,

meditando tu promesa;

escucha mi voz por tu misericordia,

con tus mandamientos dame vida;

ya se acercan mis inicuos perseguidores,

están lejos de tu voluntad.

 

Tú, Señor, estás cerca,

y todos tus mandatos son estables;

hace tiempo comprendí que tus preceptos

los fundaste para siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables.

 

Ant 2. Mándame tu sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos.

 

Cántico: DAME SEÑOR, LA SABIDURÍA Sb 9, 1-6. 9-11

 

Dios de los padres y Señor de la misericordia,

que con tu palabra hiciste todas las cosas,

y en tu sabiduría formaste al hombre,

para que dominase sobre tus creaturas,

y para que rigiese el mundo con santidad y justicia

y lo gobernase con rectitud de corazón.

 

Dame la sabiduría asistente de tu trono

y no me excluyas del número de tus siervos,

porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,

hombre débil y de pocos años,

demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.

 

Pues aunque uno sea perfecto

entre los hijos de los hombres,

sin la sabiduría, que procede de ti,

será estimado en nada.

 

Contigo está la sabiduría conocedora de tus obras,

que te asistió cuando hacías el mundo,

y que sabe lo que es grato a tus ojos

y lo que es recto según tus preceptos.

 

Mándala de tus santos cielos

y de tu trono de gloria envíala

para que me asista en mis trabajos

y venga yo a saber lo que te es grato.

 

Porque ella conoce y entiende todas las cosas,

y me guiará prudentemente en mis obras,

y me guardará en su esplendor.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Mándame tu sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos.

 

Ant 3. La fidelidad del Señor dura por siempre.

 

Salmo 116 - INVITACIÓN UNIVERSAL A LA ALABANZA DIVINA.

 

Alabad al Señor, todas las naciones,

aclamadlo, todos los pueblos:

 

Firme es su misericordia con nosotros,

su fidelidad dura por siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. La fidelidad del Señor dura por siempre.

 

LECTURA BREVE   Flp 2, 14-15

 

Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo.

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.

R. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.

 

V. Mi heredad en el país de la vida.

R. Tú eres mi refugio.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.

 

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo.

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas:

 

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

 

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

 

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

 

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tiniebla

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.

 

PRECES

 

Invoquemos a Dios por intercesión de María, a quien el Señor colocó por encima de todas las creaturas celestiales y terrenas, diciendo:

 

Contempla, Señor, a la Madre de tu Hijo y escúchanos.

 

Padre de misericordia, te damos gracias porque nos has dado a María como madre y ejemplo;

santifícanos por su intercesión.

 

Tú que hiciste que María meditara tus palabras, guardándolas en su corazón, y fuera siempre fidelísima hija tuya,

por su intercesión haz que también nosotros seamos de verdad hijos tuyos y discípulos de tu Hijo.

 

Tú que quisiste que María concibiera por obra del Espíritu Santo,

por intercesión de María otórganos los frutos de este mismo Espíritu.

 

Tú que diste fuerza a María para permanecer junto a la cruz y la llenaste de alegría con la resurrección de tu Hijo,

por intercesión de María confórtanos en la tribulación y reanima nuestra esperanza.

 

Se pueden añadir algunas intenciones libres

 

Concluyamos nuestras súplicas con la oración que el mismo Cristo nos enseñó:

 

Padre nuestro...

 

ORACION

 

Dios misericordioso, fuente y origen de nuestra salvación, haz que, mientras dure nuestra vida aquí en la tierra, te alabemos constantemente y podamos así participar un día en la alabanza eterna del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

 

HORA TERCIA

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: EL TRABAJO, SEÑOR, DE CADA DÍA

 

El trabajo, Señor, de cada día

nos sea por tu amor santificado,

convierte su dolor en alegría

de amor, que para dar tú nos has dado.

 

Paciente y larga es nuestra tarea

en la noche oscura del amor que espera;

dulce huésped del alma, al que flaquea

dale tu luz, tu fuerza que aligera.

 

En el alto gozoso del camino,

demos gracias a Dios, que nos concede

la esperanza sin fin del don divino;

todo lo puede en él quien nada puede. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Da fianza, Señor, en favor de tu siervo.

 

Salmo 118, 121-128

 

Practico la justicia y el derecho,

no me entregues a mis opresores;

da fianza en favor de tu siervo,

que no me opriman los insolentes;

mis ojos se consumen aguardando

tu salvación y tu promesa de justicia.

 

Trata con misericordia a tu siervo,

enséñame tus leyes;

yo soy tu siervo: dame inteligencia,

y conoceré tus preceptos;

es hora de que actúes, Señor:

han quebrantado tu voluntad.

 

Yo amo tus mandatos

más que el oro purísimo;

por eso aprecio tus decretos

y detesto el camino de la mentira.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Da fianza, Señor, en favor de tu siervo.

 

Ant 2. Contemplad al Señor y quedaréis radiantes.

 

Salmo 33 I - EL SEÑOR, SALVACIÓN DE LOS JUSTOS

 

Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloría en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren.

 

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,

ensalcemos juntos su nombre.

Yo consulté al Señor, y me respondió,

me libró de todas mis ansias.

 

Contempladlo y quedaréis radiantes,

vuestro rostro no se avergonzará.

Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

y lo salva de sus angustias.

 

El ángel del Señor acampa

en torno a sus fieles y los protege.

Gustad y ved qué bueno es el Señor,

dichoso el que se acoge a él.

 

Todos sus santos, temed al Señor,

porque nada les falta a los que lo temen;

los ricos empobrecen y pasan hambre,

los que buscan al Señor no carecen de nada.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Contemplad al Señor y quedaréis radiantes.

 

Ant 3. El Señor está cerca de los atribulados.

 

Salmo 33 II

 

Venid, hijos, escuchadme:

os instruiré en el temor del Señor;

¿hay alguien que ame la vida

y desee días de prosperidad?

 

Guarda tu lengua del mal,

tus labios de la falsedad;

apártate del mal, obra el bien,

busca la paz y corre tras ella.

 

Los ojos del Señor miran a los justos,

sus oídos escuchan sus gritos;

pero el Señor se enfrenta con los malhechores,

para borrar de la tierra su memoria.

 

Cuando uno grita, el Señor lo escucha

y lo libra de sus angustias;

el Señor está cerca de los atribulados,

salva a los abatidos.

 

Aunque el justo sufra muchos males,

de todos lo libra el Señor;

él cuida de todos sus huesos,

y ni uno solo se quebrará.

 

La maldad da muerte al malvado,

y los que odian al justo serán castigados.

El Señor redime a sus siervos,

no será castigado quien se acoge a él.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. El Señor está cerca de los atribulados.

 

LECTURA BREVE   1S 15,22

 

¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios, como en la obediencia a la palabra del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros.

 

V. El que me ofrece acción de gracias, ése me honra.

R. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.

 

ORACIÓN

 

OREMOS,

Señor Dios, Padre todopoderoso, infúndenos la luz del Espíritu Santo para que, libres de toda adversidad, podamos alegrarnos siempre en tu alabanza. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

HORA SEXTA

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.

 

Este mundo del hombre, en que él se afana

tras la felicidad que tanto ansía,

tú lo vistes, Señor, de luz temprana

y de radiante sol al mediodía.

 

Así el poder de tu presencia encierra

el secreto más hondo de esta vida;

un nuevo cielo y una nueva tierra

colmarán nuestro anhelo sin medida.

 

Poderoso Señor de nuestra historia,

no tardes en venir gloriosamente;

tu luz resplandeciente y tu victoria

inunden nuestra vida eternamente. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.

 

Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO

 

A ti levanto mis ojos,

a ti que habitas en el cielo.

Como están los ojos de los esclavos

fijos en las manos de sus señores,

 

como están los ojos de la esclava

fijos en las manos de su señora,

así están nuestros ojos

en el Señor, Dios nuestro,

esperando su misericordia.

 

Misericordia, Señor, misericordia,

que estamos saciados de desprecios;

nuestra alma está saciada

del sarcasmo de los satisfechos,

del desprecio de los orgullosos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.

 

Ant 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

 

Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR

 

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte

-que lo diga Israel-,

si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,

cuando nos asaltaban los hombres,

nos habrían tragado vivos:

tanto ardía su ira contra nosotros.

 

Nos habrían arrollado las aguas,

llegándonos el torrente hasta el cuello;

nos habrían llegado hasta el cuello

las aguas espumantes.

 

Bendito el Señor, que no nos entregó

como presa a sus dientes;

hemos salvado la vida como un pájaro

de la trampa del cazador:

la trampa se rompió y escapamos.

 

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,

que hizo el cielo y la tierra.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

 

Ant 3. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.

 

Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.

 

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:

no tiembla, está asentado para siempre.

 

Jerusalén está rodeada de montañas,

y el Señor rodea a su pueblo

ahora y por siempre.

 

No pesará el cetro de los malvados

sobre el lote de los justos,

no sea que los justos extiendan

su mano a la maldad.

 

Señor, concede bienes a los buenos,

a los sinceros de corazón;

y a los que se desvían por sendas tortuosas,

que los rechace el Señor con los malhechores.

¡Paz a Israel!

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.

 

LECTURA BREVE   Ga 5, 26; 6, 2

 

No busquemos la vanagloria, provocándonos y teniéndonos envidia mutuamente. Ayudaos a llevar mutuamente vuestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo.

 

V. Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos.

R. Allí manda el Señor la bendición.

 

ORACIÓN

 

OREMOS,

Señor, fuego ardiente de amor eterno, haz que, inflamados en tu amor, te amemos a ti sobre todas las cosas y a nuestro prójimo por amor tuyo. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

HORA NONA

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: DANOS, SEÑOR, LA FIRME VOLUNTAD

 

Danos, Señor, la firme voluntad,

compañera y sostén de la virtud,

que sabe en la fatiga hallar quietud

y en medio de las sombras claridad:

 

La que trueca en tesón la veleidad,

y el ocio en perennal solicitud,

y las ásperas fiebres en salud

y los torpes engaños en verdad.

 

Y así conseguirá mi corazón

que los favores que a tu amor debí

le ofrezcan algún fruto en galardón.

 

Y aún tú, Señor, conseguirás así

que no llegue a romper mi confusión

la imagen tuya que pusiste en mí. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

 

Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.

 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía soñar:

la boca se nos llenaba de risas,

la lengua de cantares.

 

Hasta los gentiles decían:

«El Señor ha estado grande con ellos.»

El Señor ha estado grande con nosotros,

y estamos alegres.

 

Que el Señor cambie nuestra suerte

como los torrentes del Negueb.

Los que sembraban con lágrimas

cosechan entre cantares.

 

Al ir, iban llorando,

llevando la semilla;

al volver, vuelven cantando,

trayendo sus gavillas.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

 

Ant 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

 

Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.

 

Si el Señor no construye la casa,

en vano se cansan los albañiles;

si el Señor no guarda la ciudad,

en vano vigilan los centinelas.

 

Es inútil que madruguéis,

que veléis hasta muy tarde,

los que coméis el pan de vuestros sudores:

¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

 

La herencia que da el Señor son los hijos;

una recompensa es el fruto de las entrañas:

son saetas en mano de un guerrero

los hijos de la juventud.

 

Dichoso el hombre que llena

con ellas su aljaba:

no quedará derrotado cuando litigue

con su adversario en la plaza.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

 

Ant 3. Dichoso el que teme al Señor.

 

Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO

 

¡Dichoso el que teme al Señor

y sigue sus caminos!

 

Comerás del fruto de tu trabajo,

serás dichoso, te irá bien;

tu mujer, como una vid fecunda,

en medio de tu casa;

 

tus hijos, como renuevos de olivo,

alrededor de tu mesa:

ésta es la bendición del hombre

que teme al Señor.

 

Que el Señor te bendiga desde Sión,

que veas la prosperidad de Jerusalén

todos los días de tu vida;

que veas a los hijos de tus hijos.

¡Paz a Israel!

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Dichoso el que teme al Señor.

 

LECTURA BREVE   Mi 6, 8

 

Se te ha dado a conocer, oh hombre, lo que es bueno, lo que Dios desea de ti: simplemente que practiques la justicia, que ames la misericordia, y que camines humildemente con tu Dios.

 

V. Mi alegría es el camino de tus preceptos.

R. Señor, no olvidaré tus palabras.

 

ORACIÓN

 

OREMOS,

Escucha, Señor, nuestra oración y danos la abundancia de tu paz, para que, por intercesión de la santísima Virgen María, después de haberte servido durante toda nuestra vida, podamos presentarnos ante ti sin temor alguno. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

I VÍSPERAS

DE LA DEDICACIÓN

(Oración de la tarde)

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: ALTA CIUDAD DE PIEDRAS VIVAS.

 

Alta ciudad de piedras vivas,

Jerusalén;

visión de paz y cielos nuevos,

ciudad del Rey.

 

Tus puertas se abren jubilosas,

visión de paz,

y penetran los ríos de tus santos

hasta el altar.

 

Baluartes y murallas de oro,

Jerusalén;

tus calles, gemas y zafiros,

ciudad del Rey.

 

Jerusalén, Iglesia viva

de eternidad;

hacia ti caminan los hombres,

sin descansar.

 

Alta ciudad del Cristo vivo,

que es nuestro hogar,

al que volveremos, ya cansados

de caminar.

 

Cielos nuevos y tierra nueva,

Jerusalén;

morada de Dios Trino y Uno.

Amén,amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. En las plazas de Jerusalén reina la alegría y en sus casas resuena el canto de gozo: «Aleluya»

 

Salmo 146 - PODER Y BONDAD DEL SEÑOR

 

Alabad al Señor, que la música es buena;

nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

 

El Señor reconstruye Jerusalén,

reúne a los deportados de Israel;

él sana los corazones destrozados,

venda sus heridas.

 

Cuenta el número de las estrellas,

a cada una la llama por su nombre.

Nuestro Señor es grande y poderoso,

su sabiduría no tiene medida.

El Señor sostiene a los humildes,

humilla hasta el polvo a los malvados.

 

Entonad la acción de gracias al Señor,

tocad la cítara para nuestro Dios,

que cubre el cielo de nubes,

preparando la lluvia para la tierra;

 

que hace brotar hierba en los montes,

para los que sirven al hombre;

que da su alimento al ganado,

y a las crías de cuervo que graznan.

 

No aprecia el vigor de los caballos,

no estima los músculos del hombre:

el Señor aprecia a sus fieles,

que confían en su misericordia.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. En las plazas de Jerusalén reina la alegría y en sus casas resuena el canto de gozo: «Aleluya»

 

Ant 2. El Señor ha reforzado los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.

 

Salmo 147 - RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN

 

Glorifica al Señor, Jerusalén;

alaba a tu Dios, Sión:

que ha reforzado los cerrojos de tus puertas

y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;

ha puesto paz en tus fronteras,

te sacia con flor de harina.

 

Él envía su mensaje a la tierra,

y su palabra corre veloz;

manda la nieve como lana,

esparce la escarcha como ceniza;

 

hace caer el hielo como migajas

y con el frío congela las aguas;

envía una orden, y se derriten;

sopla su aliento, y corren.

 

Anuncia su palabra a Jacob,

sus decretos y mandatos a Israel;

con ninguna nación obró así,

ni les dio a conocer sus mandatos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. El Señor ha reforzado los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.

 

Ant 3. En la ciudad de Dios se alegra la muchedumbre de los santos y los ángeles cantan himnos de júbilo ante el trono de Dios. Aleluya.

 

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7

 

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

 

Aleluya.

La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios

(R. Aleluya)

porque sus juicios son verdaderos y justos.

R. Aleluya, (aleluya).

 

Aleluya.

Alabad al Señor sus siervos todos.

(R. Aleluya)

Los que les teméis, pequeños y grandes.

R. Aleluya, (aleluya).

 

Aleluya.

Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.

(R. Aleluya)

Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.

R. Aleluya, (aleluya).

 

Aleluya.

Llegó la boda del cordero.

(R. Aleluya)

Su esposa se ha embellecido.

R. Aleluya, (aleluya).

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. En la ciudad de Dios se alegra la muchedumbre de los santos y los ángeles cantan himnos de júbilo ante el trono de Dios. Aleluya.

 

LECTURA BREVE   Ef 2, 19-22

 

Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios por el Espíritu.

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. La santidad, Señor, es el adorno de tu casa.

R. La santidad, Señor, es el adorno de tu casa.

 

V. Por días sin término.

R. Es el adorno de tu casa.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. La santidad, Señor, es el adorno de tu casa.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Gozad con Jerusalén, todos los que la amáis, y alegraos por siempre más de su alegría.

 

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

 

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

 

El hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

 

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de su misericordia

-como lo había prometido a nuestros padres-

en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Gozad con Jerusalén, todos los que la amáis, y alegraos por siempre más de su alegría.

 

PRECES

 

Oremos, hermanos, a nuestro Salvador, que dio su vida para reunir a los hijos de Dios dispersos, y digámosle:

 

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.

 

Señor Jesús, que cimentaste tu casa en la roca,

confirma y robustece la fe y la esperanza de tu Iglesia.

 

Señor Jesús, de cuyo costado salió sangre y agua,

renueva la Iglesia con los sacramentos de la nueva y eterna alianza.

 

Señor Jesús, que estás en medio de los que se reúnen en tu nombre,

atiende la oración unánime de tu Iglesia congregada.

 

Señor Jesús, que con el Padre haces morada en los que te aman,

perfecciona a tu Iglesia por la caridad.

 

Se pueden añadir algunas intenciones libres

 

Señor Jesús, que no echas fuera a ninguno de los que vienen a ti,

acoge a todos los difuntos en la mansión del Padre.

 

Terminemos nuestra oración con las palabras qué Cristo nos enseñó:

 

Padre nuestro...

 

ORACION

 

Señor, tú que con piedras vivas y elegidas edificas el templo eterno de tu gloria: acrecienta los dones que el Espíritu ha dado a la Iglesia para que tu pueblo fiel, creciendo como cuerpo de Cristo, llegue a ser la nueva y definitiva Jerusalén. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

 

COMPLETAS

(Oración antes del descanso nocturno)

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

EXAMEN DE CONCIENCIA

 

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

 

Yo confieso ante Dios todopoderoso

y ante vosotros, hermanos,

que he pecado mucho

de pensamiento, palabra, obra y omisión:

por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

 

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,

a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,

que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

 

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

 

Himno: CRISTO, SEÑOR DE LA NOCHE

 

Cristo, Señor de la noche,

que disipas las tinieblas:

mientras los cuerpos reposan,

se tú nuestro centinela.

 

Después de tanta fatiga,

después de tanta dureza,

acógenos en tus brazos

y danos noche serena.

 

Si nuestros ojos se duermen,

que el alma esté siempre en vela;

en paz cierra nuestros párpados

para que cesen las penas.

 

Y que al despuntar el alba,

otra vez con fuerzas nuevas,

te demos gracias, oh Cristo,

por la vida que comienza. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.

 

Salmo 4 - ACCIÓN DE GRACIAS.

 

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;

tú que en el aprieto me diste anchura,

ten piedad de mí y escucha mi oración.

 

Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,

amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?

Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,

y el Señor me escuchará cuando lo invoque.

 

Temblad y no pequéis, reflexionad

en el silencio de vuestro lecho;

ofreced sacrificios legítimos

y confiad en el Señor.

 

Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,

si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»

 

Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría

que si abundara en trigo y en vino.

 

En paz me acuesto y en seguida me duermo,

porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.

 

Ant 2. Durante la noche, bendecid al Señor.

 

Salmo 133 - ORACIÓN VESPERTINA EN EL TEMPLO

 

Y ahora bendecid al Señor,

los siervos del Señor,

los que pasáis la noche

en la casa del Señor:

 

Levantad las manos hacia el santuario,

y bendecid al Señor.

 

El Señor te bendiga desde Sión:

el que hizo cielo y tierra.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Durante la noche, bendecid al Señor.

 

LECTURA BREVE   Dt 6,4-7

 

Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

 

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.

R. Te encomiendo mi espíritu.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

 

CÁNTICO DE SIMEÓN       Lc 2, 29-32

 

Ahora, Señor, según tu promesa,

puedes dejar a tu siervo irse en paz,

 

porque mis ojos han visto a tu Salvador,

a quien has presentado ante todos los pueblos

 

luz para alumbrar a las naciones

y gloria de tu pueblo Israel.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

 

ORACION

 

OREMOS,

Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

 

BENDICIÓN

 

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.

R. Amén.

 

ANTIFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN

 

Bajo tu amparo nos acogemos,

santa Madre de Dios,

no desprecies las oraciones

que te dirigimos en nuestras necesidades,

antes bien líbranos de todo peligro,

oh Virgen gloriosa y bendita. 

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